Tradición Chilena: Pompa y Boato en La Tercera

El Vaticano y la Izquierda Chilena: Un Romance Peligroso?

La fastuosidad del Vaticano, con sus rituales ancestrales, ejerce una fascinación innegable, incluso en el mundo político. La elección de un nuevo Papa, líder de un estado teocrático con influencia global sobre más de mil millones de personas, siempre genera expectación. Este micro-estado, regido exclusivamente por hombres bajo una jerarquía vertical, proyecta su poder a través de una extensa red de organizaciones que abarcan todo el planeta. La Iglesia, con siglos de historia, comprende las vulnerabilidades humanas y ofrece un camino que promete trascender la muerte.

Esta semana, el cónclave reunió a los cardenales para elegir a su líder. Hombres célibes, investidos con el poder de discernir entre el bien y el mal, de interpretar el mundo y de acceder a la intimidad de sus seguidores. Representantes de un poder divino, tan vasto como el territorio del Vaticano es pequeño. Para muchos, especialmente aquellos críticos de la Iglesia, este poder puede resultar inquietante, dados los antecedentes históricos y recientes.

La elección del Papa León XIV ha desatado un inusitado entusiasmo en ciertos sectores de la izquierda y el progresismo chileno, revelando una sorprendente inclinación confesional en asuntos públicos, algo que contradice sus propios valores. Si bien el respeto por las creencias individuales y el reconocimiento de la labor social y cultural de la Iglesia son importantes, idealizar al Vaticano como fuente de liderazgo político inspirador es un error. El Vaticano no es una democracia, ni pretende serlo, lo que lo convierte en un modelo cuestionable en términos de transparencia, justicia y equidad de género.

Preocupa la falta de avances en la entrega de información sobre las acusaciones de abusos sexuales cometidos por miembros de la Iglesia Católica, tanto en Chile como a nivel mundial. La red internacional de sobrevivientes de abuso (SNAP) incluso señala a León XIV como encubridor de denuncias en Perú. Asuntos graves como el hallazgo de restos de niños indígenas en Canadá, bajo custodia de religiosos, aún esperan respuestas claras. Si bien el Papa Francisco pidió perdón, en estos casos las palabras son insuficientes. Su ambigüedad al declarar que “ser homosexual no es un delito, es una condición humana” revela una persistente duda sobre la plena humanidad de las personas homosexuales dentro de la Iglesia.

La pompa y la tradición, herramientas bien conocidas por quienes detentan el poder, apelan a los sentidos y crean una atmósfera de solemnidad. Sin embargo, esto es cultural, no sobrenatural. La fe, en cambio, puede ser tanto un refugio como un arma, dependiendo de quien la invoque.

El entusiasmo de la izquierda por León XIV evidencia una problemática confusión entre lo religioso y lo político. Esta separación, defendida selectivamente, se desvanece cuando un líder religioso es percibido como un aliado político. En ese momento, las inconsistencias, las deudas pendientes, los crímenes y las víctimas son relegados a un segundo plano, eclipsados por el brillo de un poder que rara vez rinde cuentas.

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