¿Guerra Comercial o Apocalipsis Financiero? El Impactante Paralelismo con la Crisis de 2008 y la Pandemia
Los mercados tiemblan. La reciente escalada en la guerra arancelaria ha desatado una volatilidad comparable a la de la crisis financiera global de 2008 y el inicio de la pandemia de Covid-19. El 2 de abril, tras el anuncio de Estados Unidos sobre el aumento de tarifas a sus socios comerciales, el índice VIX, barómetro del miedo en los mercados, se disparó hasta niveles alarmantes, alcanzando un pico que solo recuerda a los momentos más oscuros de la historia económica reciente. ¿Estamos al borde de una nueva tormenta financiera?
Este no es un territorio inexplorado. La historia nos recuerda la década de 1930, cuando las políticas proteccionistas de EE.UU. durante la Gran Depresión estrangularon el comercio internacional. Más cercano en el tiempo, el primer gobierno de Donald Trump ya experimentó tensiones comerciales con China, aunque en una escala mucho menor. Pero, ¿qué hay detrás de esta renovada agresividad arancelaria?
Bryan Taylor, economista de Global Financial Data, advierte sobre los “cuatro jinetes del apocalipsis financiero”: inflación, guerras, estatismo y la “globalización de la autarquía” – la peligrosa aspiración a la autosuficiencia. Es precisamente este último jinete, impulsado por la creciente confrontación comercial entre EE.UU. y China, el que está sembrando el pánico en los mercados. La imagen de contenedores varados y cadenas de suministro interrumpidas se cierne sobre la economía global.
Pero la guerra comercial es solo la punta del iceberg. El verdadero problema reside en el desequilibrio financiero de la mayor economía del mundo. El déficit fiscal estadounidense alcanzó la asombrosa cifra de 1.8 billones de dólares en 2024, un 6.4% del PIB. La deuda pública se elevó hasta el 120% del PIB, lo que se traduce en una deuda de más de 106.000 dólares por cada ciudadano estadounidense. Un déficit comercial de 1.2 billones de dólares completa este sombrío panorama.
Ante este escenario, no sorprende que las autoridades busquen soluciones. Sin embargo, las herramientas elegidas, como los aranceles, podrían resultar contraproducentes y generar una incertidumbre global aún mayor. Es crucial recordar que el déficit comercial actúa como un mecanismo de financiación del déficit fiscal. Ambos están intrínsecamente ligados.
Aunque los aranceles puedan parecer una solución rápida para aumentar los ingresos y reducir el déficit fiscal, el aumento del costo de las importaciones podría limitar su efectividad, afectando negativamente el volumen de las importaciones. Si el objetivo es reducir el déficit comercial, las medidas proteccionistas podrían acarrear un alto costo en términos de eficiencia, en un mundo interconectado donde las consecuencias son difíciles de predecir.
El temor generalizado en los mercados no solo se debe a las medidas anunciadas, sino también al problema subyacente que revelan. Tras la pandemia, Estados Unidos destinó una parte significativa del ahorro externo (deuda) al consumo (gasto) del gobierno federal, en lugar de invertir. Esta deuda, inevitablemente, deberá ser pagada. Si el déficit comercial se reduce rápidamente, la importación de ahorro externo disminuirá, lo que exigirá un ajuste del déficit fiscal mediante la reducción del gasto, el aumento de los impuestos o una caída de la inversión y el consumo.
Esta situación ha llevado a figuras como Jamie Dimon, presidente de JP Morgan, a elevar la probabilidad de una recesión en EE.UU. y a nivel global, lo que a su vez incrementa la volatilidad y el riesgo. En definitiva, el costo de este ajuste era una factura que se esperaba tarde o temprano. ¿Estamos preparados para pagarla?
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