Maternidad en Chile: ¿Un Derecho o una Carrera de Obstáculos?
Imagínate la escena: una madre deja a su hijo en la sala cuna, con una sonrisa que apenas disimula la angustia de la separación. Metro, trabajo, la rutina diaria. Pero hoy, una pregunta la golpea: ¿Por qué sigue siendo tan complicado conciliar la vida laboral y la maternidad en Chile?
Esta no es una historia aislada. Miles de madres chilenas se enfrentan a una agotadora maratón diaria: equilibrar las responsabilidades del hogar, el cuidado de los hijos, las exigencias del trabajo, y la constante culpa. Para muchas, la maternidad moderna es una carrera de obstáculos, a menudo insalvable sin el apoyo adecuado: acceso limitado a salas cuna, falta de opciones de cuidado asequibles, y la incertidumbre sobre la seguridad y bienestar de sus hijos.
La realidad es cruda: en Chile, el cuidado infantil es más un privilegio que un derecho universal. Según el Informe de Caracterización de la Educación Parvularia 2023, la cobertura de sala cuna menor es de un alarmante 9,1%, y la de sala cuna mayor solo alcanza el 26,1%, cifras muy por debajo del promedio de la OCDE (32%). Un sistema precario, sostenido por la red informal de abuelas, vecinas o la buena voluntad de algunos empleadores, que se desmorona ante cualquier crisis económica o personal.
La legislación chilena agrava aún más esta desigualdad. El artículo 203 del Código del Trabajo garantiza sala cuna solo a las trabajadoras de empresas con al menos 20 empleadas. Esta limitación excluye a miles de madres (y padres) trabajadores, desincentiva la contratación femenina, profundiza la brecha salarial y perpetúa la falta de corresponsabilidad parental.
Esta precariedad no solo afecta el presente de las familias chilenas, sino que amenaza el futuro del país. Chile enfrenta una de las tasas de natalidad más bajas de América Latina, con apenas 9,1 nacimientos por cada mil habitantes en 2023, según el INE. La falta de políticas efectivas de conciliación entre trabajo y cuidado transforma la maternidad en una carga solitaria y costosa, disuadiendo a muchas parejas de tener hijos.
Países como Suecia y Francia demuestran los beneficios de una política integral de cuidados. Con una cobertura de servicios de cuidado infantil del 85% (Suecia) y 90% (Francia) para niños de 0 a 3 años, y tasas de participación laboral femenina superiores al 70%, estos países han logrado reducir la pobreza infantil y estimular el crecimiento económico. Invertir en cuidados no es un gasto, sino una inversión estratégica.
En este Día de la Madre, celebremos a las madres chilenas con algo más que flores y felicitaciones. Es hora de cuestionar las estructuras que dificultan la maternidad en Chile. Reconocer el valor del cuidado requiere voluntad política, financiamiento adecuado y un sistema que apoye y proteja a las familias.
El Gobierno y el Congreso tienen la oportunidad de transformar la realidad chilena, reconociendo que el cuidado de la infancia es una responsabilidad colectiva. Necesitamos un sistema de cuidados universal, seguro y resiliente. La pregunta ya no es si podemos permitirnos invertir en un sistema público de cuidados, sino cuánto más estamos dispuestos a perder si no lo hacemos. ¿Por qué sigue siendo tan difícil?
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