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¿Democracia en declive? El auge de la autocracia y la necesidad de instituciones sólidas

La celebración del triunfo de la democracia liberal que marcó el fin del siglo XX, con la caída del Muro de Berlín como símbolo, parece desvanecerse. Los primeros 25 años del siglo XXI revelan una preocupante tendencia: el avance de gobiernos autocráticos, incluso en democracias que creíamos consolidadas. ¿Estamos ante un simple ciclo o una falla estructural? La clave podría estar en la incapacidad de las instituciones políticas para ofrecer respuestas efectivas y legítimas a las demandas ciudadanas.

La “calidad institucional” –entendida como la fortaleza de las reglas, los contrapesos y la capacidad de articular intereses diversos– ha vuelto al centro del debate global. No es casualidad que Acemoglu, Robinson y Johnson hayan recibido el Premio Nobel de Economía por su investigación que demuestra que los países con instituciones sólidas, que protegen el estado de derecho, amplían los derechos individuales y proveen bienes públicos, prosperan mucho más que aquellos dominados por élites cerradas. Una lección crucial para el futuro.

Esta lógica se extiende al mundo empresarial. Las empresas con estructuras institucionales robustas –buen gobierno corporativo, procesos deliberativos transparentes y mecanismos de control efectivos– son las que mejor resisten las crisis, innovan y se proyectan a largo plazo. Gigantes como Latam, Copec (con más de 90 años de historia) y SQM (con más de 50) son ejemplos nacionales de compañías que, a pesar de sus diferencias, han construido sistemas institucionales sólidos que han sostenido su crecimiento y les han permitido superar desafíos. Por el contrario, casos como Kodak, Blockbuster y, más recientemente en Chile, Awto, nos recuerdan que una buena idea o un liderazgo carismático no son suficientes. La adaptabilidad, impulsada por instituciones resilientes, es vital.

Un reciente estudio del Instituto de Directores de Chile revela una verdad sorprendente: la construcción de empresas con procesos de toma de decisiones altamente institucionalizados se considera más valiosa que la simple adopción de nuevas tecnologías digitales o la innovación tecnológica. Sin embargo, la encuesta también revela una paradoja: la búsqueda de perfiles directivos se centra en la innovación y las tecnologías digitales, relegando las ciencias sociales a un segundo plano. ¿No deberíamos reconsiderar nuestras prioridades?

Los desafíos empresariales más complejos no se resuelven únicamente con tecnología de punta, sino con una comprensión profunda del contexto, de la naturaleza humana y de los dilemas éticos inherentes a cada decisión. Liderar implica movilizar personas, construir comunidades y comprometerlas en procesos de transformación genuina. Para lograrlo, es fundamental entender que la creación de valor ha evolucionado, lo que exige una mayor presencia de la filosofía, la literatura y la historia en los directorios y gerencias.

Para construir empresas que perduren, es esencial crear comunidades valiosas, donde la confianza sea la base y los objetivos colectivos sean compartidos por todos. El respeto a la dignidad de las personas debe ser un principio inquebrantable. Solo así se construyen organizaciones que crean valor de manera sostenible.

Enhorabuena a quienes construyen legados duraderos, basados en la pasión, el rigor y la creatividad. Hacer lo correcto, y hacerlo bien, sigue siendo la clave del éxito a largo plazo.

*El autor de este artículo es profesor adjunto de ingeniería industrial en la Universidad de Chile y managing partner en CIS Consultores.*

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