La Generación Conectada: ¿Dónde Termina el Mundo Real y Empieza el Digital para los Preadolescentes?
“Para los preadolescentes, la línea entre lo digital y lo presencial simplemente no existe”, afirma Luis E. Santana, experto de la Escuela de Comunicaciones y Periodismo de la Universidad Adolfo Ibáñez. ¿Qué significa esto para su desarrollo y cómo podemos entender mejor su realidad?
Santana lideró el revelador estudio “Creciendo Conectados: Usos, Riesgos y Aprendizajes Digitales en Niños y Niñas de 11 a 13 Años”, en colaboración con Amaranta Alfaro (U. Alberto Hurtado) y Rosemberg Franco (U. Católica). La investigación profundiza en la inmersión tecnológica de los menores, su vida social online, el rol de los padres y el aprendizaje en entornos digitales, además de su capacidad de resiliencia ante los peligros que acechan en la red. Un análisis crucial en la era digital.
El estudio, de carácter cualitativo, involucró a 87 niños, niñas y adolescentes chilenos de entre 11 y 13 años, explorando sus experiencias a través de grupos focales.
Una de las conclusiones más impactantes es la temprana edad a la que los niños acceden a dispositivos propios: ¡algunos incluso a los 4 o 5 años!
El estudio también revela un patrón preocupante: “Quienes primero acceden a teléfonos, en todos los grupos socioeconómicos, suelen ser hijos de padres separados”. En estos casos, el progenitor que no vive con el niño a menudo facilita el dispositivo para mantener una comunicación directa, “sin tener que pasar por su expareja”, lo que plantea interrogantes sobre las dinámicas familiares y el acceso a la tecnología.
Los menores viven inmersos en un entorno híbrido, donde la distinción entre el mundo físico y el digital se desvanece.
“Dicen que están con sus amigos cuando juegan videojuegos online o chatean por Instagram, aunque en realidad uno los vea solos en sus piezas”, explica Santana, ilustrando la naturaleza interconectada de sus vidas.
Sin embargo, el estudio también revela una sorpresa: a pesar de su inmersión digital, los niños valoran las experiencias físicas por encima de las digitales, ya sea en el juego, las tareas o las relaciones familiares. “Esto podría explicarse, en parte, por el recuerdo aún fresco de lo que fue la pandemia”, sugiere Santana.
Navegando el Mundo Digital: Habilidades y Desigualdades
El informe subraya que los preadolescentes chilenos desarrollan habilidades digitales complejas a una edad temprana, pero a menudo lo hacen solos y sin una guía adulta constante.
La alfabetización digital crítica, la promoción de la resiliencia y la mediación parental son desiguales y están fuertemente influenciadas por el nivel socioeconómico de los estudiantes, según Santana.
La mayoría de los niños en este grupo etario tienen su propio dispositivo antes de los 9 años, y a veces incluso antes de los 5. Este acceso temprano cumple funciones comunicativas, de cuidado parental y organizativas. WhatsApp, por ejemplo, juega un papel clave en la coordinación familiar y escolar.
El estudio también destaca una mediación parental desigual: los estilos de acompañamiento digital varían según el nivel socioeconómico. En los sectores altos y medios predomina la mediación activa (co-visión y diálogo), mientras que en contextos vulnerables se observa una mediación restrictiva o ausente, lo que amplía las brechas en autonomía y desarrollo de competencias digitales.
En los sectores socioeconómicos medio y bajo, el teléfono también cumple un rol en el cuidado, permitiendo a los padres monitorear a sus hijos cuando están al cuidado de otros familiares o vecinos. “Algunos niños incluso nos contaron que sus padres los llaman a la hora de almuerzo y hacen videollamadas para comer juntos”, revela Santana.
Por lo tanto, no se puede juzgar a estos padres como irresponsables, ya que en ciertas circunstancias el dispositivo está ayudando a garantizar algunos derechos de los niños, explica el académico.
Género y el Mundo Online: Diferentes Rutas Digitales
Los niños, niñas y adolescentes gestionan activamente su privacidad mediante contenido efímero, control de audiencias y selección de plataformas, como forma de construcción identitaria y autonómica, indica el documento.
Además, el estudio revela que las niñas tienden a usar las redes sociales para fortalecer vínculos afectivos, mientras que los niños se socializan principalmente a través de videojuegos, lo que crea diferentes repertorios digitales.
“Observamos que las niñas tienden a ser más conscientes del sentido que le dan a las plataformas digitales: identifican con mayor claridad para qué les sirve una aplicación y qué tipo de gratificación obtienen. Por eso, las usan principalmente para socializar, mantenerse en contacto con sus amigas, o incluso para hacer tareas”, sostiene el investigador.
En cambio, los niños, al igual que en otras épocas y con otras tecnologías, tienden a socializar a través del juego, explica.
Otro hallazgo importante del estudio es la desconexión entre la escuela y la cultura digital. Los estudiantes reconocen la existencia de normas de convivencia digital, pero no las asocian a un aprendizaje formal. La escuela actúa de forma reactiva ante conflictos digitales, sin integrar la ciudadanía digital en el currículo o la convivencia escolar.
La mediación parental también varía significativamente según el sector socioeconómico. En los grupos más bajos, predomina una mediación más restrictiva o incluso negligente. “Es común que las reglas aparezcan solo cuando hay conflictos, muchas veces con prohibiciones tajantes, al parecer no se lo está acompañando en su experiencia digital”, establece Santana.
En los sectores medios, la mediación tiende a ser más mixta, “ya que los padres -jóvenes en general- manejan bien los dispositivos: hay mayor presencia de prácticas activas como conversar o acompañar a consumir juntos ciertos contenidos, pero frente a problemas o riesgos suele primar la prohibición”, mientras que en los sectores altos se observa una mayor mediación activa: los padres tienden a conversar más, a compartir contenidos y a guiar, concluye el académico.
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