El Peso Invisible: Cuando la Salud Mental Rompe el Silencio
Desde la infancia, aprendemos a leer entre líneas, a descifrar los secretos que los adultos intentan ocultar. ¿Quién no ha presenciado el disimulo de un dolor, la vergüenza silenciosa ante una jaqueca? Y ahora, como padres, ¿no nos encontramos repitiendo ese mismo patrón? Surge entonces la pregunta: ¿por qué nos sentimos culpables cuando enfermamos?
La icónica serie *Los Soprano* nos presenta a un Tony atormentado por la ansiedad. Un mafioso que no teme la violencia, pero sí su propia vulnerabilidad. En su terapia, evoca un pasado idealizado donde la salud mental era un tabú, un rasgo de debilidad. Irónicamente, el arquetipo de hombre fuerte, Gary Cooper, luchó en silencio contra la depresión, demostrando que la fortaleza aparente a menudo esconde una batalla interna.
Contrario a la creencia popular, la salud mental no es un problema moderno. Incluso en la Antigua Roma, la ansiedad y la depresión eran preocupaciones comunes, documentadas en textos médicos. Desde personas que temían el fin del mundo por doblar un dedo, hasta aquellos que se sentían como Atlas, cargando el peso del universo, la lucha contra los trastornos mentales ha sido una constante en la historia humana. La leyenda de Atlas, condenado a sostener la bóveda celeste, resuena con aquellos que hoy sufren la carga de la depresión.
Pero la imagen del “tipo duro” es, en gran medida, un mito. En la antigüedad, el acceso a la atención médica era limitado, especialmente para los pobres, quienes recurrían a amuletos y exorcismos. Los casos más graves eran aislados, abandonados a su suerte. La historia del endemoniado de Gerasa, narrada en los Evangelios, refleja la incomprensión y el sufrimiento que rodeaban a las enfermedades mentales.
La salud mental no es una “moda” pasajera, como sugiere Tony Soprano. Los textos históricos revelan que siempre ha estado presente. Según la Organización Mundial de la Salud, una de cada cuatro personas experimenta un trastorno mental. El neurólogo Oliver Sacks los describió como “enfermedades moralmente neutras,” donde no hay lugar para la culpa o el disimulo. Lo que importa es el peso de nuestras adversidades –confinamiento, duelos, precariedad laboral, estrés– y nuestros recursos para afrontarlas. Dejemos de lado los estigmas y abramos un diálogo honesto sobre la salud mental. Quizás no entendamos completamente estos trastornos, pero podemos, y debemos, dejar de convertirlos en un tabú.
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