
Gratuidad en la Educación Superior: ¿Una Década de Alivio o una Bomba de Tiempo Fiscal?
A 10 años de la implementación de la política de gratuidad en la educación superior chilena, surge la pregunta inevitable: ¿ha valido la pena? Es hora de analizar en profundidad sus efectos, beneficios y, sobre todo, su sostenibilidad a futuro.
Si bien la gratuidad ha significado un respiro financiero para miles de familias que antes debían costear parte de los aranceles universitarios, su impacto real en el acceso a la educación superior es menos dramático de lo que se piensa. El aumento significativo en la matrícula ya era una realidad antes de su implementación. Entonces, ¿dónde radica el problema?
El verdadero talón de Aquiles de la gratuidad reside en su costo. Con una proyección de US$2.500 millones para 2025, este gasto fiscal, en constante aumento, plantea serias dudas sobre su viabilidad a largo plazo. Además, el sistema de aranceles regulados, que financia a las instituciones, abre la puerta a posibles manejos políticos y genera un desfinanciamiento generalizado. Incluso, se han detectado casos de postulantes que falsean información para acceder al beneficio, inflando aún más los costos.
En un contexto de estrechez fiscal y prioridades urgentes en otras áreas, como la educación parvularia y escolar, ¿es sostenible mantener la gratuidad tal como está? La conversación es inevitable. Postergarla, como ya ha insinuado el propio gobierno, solo pospone el problema.
Abrir un debate serio y profundo sobre el futuro de la gratuidad, buscando un rediseño que la haga sostenible, es crucial. Ignorar esta realidad solo conducirá a que futuros gobiernos se vean obligados a tomar medidas drásticas, limitándola o incluso eliminándola por completo.
Es cierto, plantear este debate en un año electoral puede parecer imprudente, pero la urgencia es innegable. De lo contrario, el financiamiento de la gratuidad terminará “estallándole en la cara” al próximo gobierno. Si queremos invertir en políticas públicas más efectivas y con mayor impacto social, ha llegado el momento de afrontar esta discusión con madurez y visión de futuro.
*Por Juan Eduardo Vargas, rector U. Finis Terrae*
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