Bayly: Mi madre y el Papa peruano

El Despertar de un Nuevo Día: Un Papa Peruano Sacude el Mundo

Un despertar lento, entre la bruma de un sueño profundo, me recibe con la noticia bomba: ¡Tenemos un Papa peruano! Mi esposa, mi fuente matutina de primicias, me lo anuncia mientras saboreo un revitalizante jugo de naranja con linaza. La noticia resuena: un líder espiritual nacido en Chicago, pero arraigado en el corazón del Perú durante más de dos décadas, ha sido elegido para guiar a la Iglesia Católica.

La alegría familiar no se hizo esperar. Mi madre, ferviente creyente, elevó su voz al cielo, proclamando la elección como un milagro. Ya planea su peregrinación al Vaticano para felicitar al nuevo pontífice y, por supuesto, capturar el momento con una fotografía para la posteridad. ¿Una entrevista con el Papa? ¡Quizás un libro! La idea, lanzada por mi madre, suena descabellada, pero en su entusiasmo, todo es posible.

¿Conocí al nuevo Papa? La pregunta me asalta. Tantos viajes, tantos rostros… Quizás cruzamos miradas en algún aeropuerto norteño, en Chiclayo, Trujillo o Piura, ciudades donde ejerció su ministerio. Reminiscencias de una aspiración presidencial pasada, de mítines vibrantes y comidas con autoridades locales, eclesiásticas y policiales, inundan mi memoria. ¿Compartimos un ceviche, un arroz con pato, un seco de cabrito? La duda persiste.

La elección papal me lleva a reflexionar sobre la idiosincrasia peruana. ¿Es este un triunfo inusual para un país acostumbrado a la derrota? Ser peruano, me digo, es un accidente, una lección de humildad. Pero en medio de una historia de fracasos, surgen destellos de grandeza: un Nobel, un Papa… ¿Hubieran sido elegidos por el voto popular? La pregunta queda en el aire.

A pesar de mi agnosticismo, una oración por el nuevo Papa se elevará de vez en cuando. Su elección, sin embargo, no logra eclipsar la decepción futbolística. Pero reconozco que este nuevo Papa era probablemente el mejor entre todos los cardenales.

Mientras tanto, la vida cotidiana sigue su curso, con sus pequeñas tragedias y alegrías. La renovación del hotel en la isla donde vivo perturba la rutina de mi esposa. Un altercado con un hermano y un malentendido con un primo añaden matices agridulces a mis días. Peticiones de ayuda económica y profesional de hijos de amigos completan el cuadro.

Pero la llamada de mi madre trae una nueva alegría: ¡Mi hija se casa! Y ella, siempre ocurrente, ya visualiza al Papa peruano como invitado de honor en la celebración.

Este nuevo Papa peruano, sin duda, ha puesto una nota de esperanza en un mundo que tanto la necesita. Una historia que, sin duda, seguirá dando que hablar.

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