Almond Moms: ¿Hambre y culpa heredadas?

¿Te suena familiar la “sugerencia” de comer unas almendras cuando tienes hambre? Descubre el impacto de las “Almond Moms” y cómo su obsesión por la delgadez afecta a generaciones.

“Cómete unas almendras y mastícalas bien.” Esta frase, pronunciada por Yolanda Hadid a su hija Gigi en un episodio de *The Real Housewives of Beverly Hills*, desató un debate que resuena en miles de hogares: el fenómeno de las “Almond Moms”. Pero, ¿qué significa este término y por qué ha generado tanta controversia? Se refiere a esas madres que, obsesionadas con la delgadez y disfrazando su discurso de “vida saludable”, promueven la restricción alimentaria y el control del cuerpo, perpetuando un ciclo dañino.

Este tipo de crianza, donde la comida se convierte en un campo de batalla y el peso en una obsesión, no es algo nuevo. Simplemente, ahora tiene un nombre. Crecer con la constante amenaza de “eso engorda” o “no comas más, vas a arruinarlo todo” deja cicatrices profundas.

La ciencia lo confirma: estudios publicados en *Eating Behaviors* y *Journal of Adolescent Health* revelan una clara conexión entre los comentarios maternos sobre el peso y la alimentación, la insatisfacción corporal y el desarrollo de trastornos alimentarios. La presión constante por la delgadez puede desencadenar ansiedad, baja autoestima e incluso graves problemas de salud física.

Como nutricionista, escucho a diario historias de personas marcadas por el control materno: balanzas en la entrada del baño, prohibición del pan en el desayuno, celebraciones por cada gramo perdido. Madres que actuaron con las herramientas que tenían, pero cuyas palabras dejaron heridas que tardan décadas en sanar.

No se trata solo de lo que se dice, sino de lo que se transmite: miradas de reprobación, compras de alimentos cargadas de culpa, críticas al propio cuerpo frente al espejo. Todo educa, todo deja huella.

El problema es que este discurso no nace en casa. Se aprende, a menudo en las consultas médicas, donde una cultura de dietas se disfraza de “salud pública”. Frases como “hay que cuidar la figura” o “el azúcar es veneno” se repiten sin cuestionar, perpetuando una moral alimentaria dañina.

Pero este artículo no busca culpar a las madres. Ellas también fueron víctimas de una cultura que glorifica la delgadez y castiga el placer. Reprodujeron lo que creyeron correcto, impulsadas por un amor teñido de miedo, exigencia y vergüenza.

Como explica la psicóloga Fernanda Mena, especialista en TCA, las hijas criadas bajo estos ideales vinculan su valor con su cuerpo, sufriendo baja autoestima, culpa al comer y una relación conflictiva con la comida y consigo mismas. Es una herida colectiva, compartida por madres, hijas, hermanas y amigas.

Criar diferente es un acto de valentía. Cuestionar lo aprendido, una revolución. Romper esta cadena no significa rechazar a nuestras madres, sino entender su propio dolor y comprometernos a hacerlo mejor.

Habitar el cuerpo sin culpa, disfrutar la comida sin miedo y criar sin repetir los mismos mandatos es posible y urgente. Es salud, es amor. ¿Te unes al cambio?

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